Nos alimentamos de palabras. A menudo no nos bastan las de un solo idioma, y casi siempre resulta imposible saciarnos. Igual que las comemos, las vomitamos en accesos grafomaníacos inevitables, en un proceso de peculiar digestión. Las palabras nos hacen sentir acariciados, tocados por los dioses, geniales, estimulados. Con cierta frecuencia, también las palabras nos "ponen", nos estimulan mentalmente y sexualmente de modos que no podemos compartir (ni tan siquiera hacer entender) excepto con otros conciudadanos de Verbolandia. Sólo quienes vivimos en esa tierra extraña podemos sentir y comprender lo que es ser poseído por las palabras hasta extremos casi de adicto que se regodea en un vicio sucio pero gratificante.
Cuando leemos escritos ajenos con emoción contenida y nos complacemos profundamente por el manejo del lenguaje que revelan sin duda entramos en una especie de éxtasis gozoso de difícil definición. No somos, pues, apátridas, no. Somos ciudadanos del extenso país que es el lenguaje, todos con ese punto anarco y sórdido, morboso e intenso, que nos hace buscar estímulos escritos con que llenar por completo nuestras circunvoluciones cerebrales en el coito más profundo y orgásmico, el coito mental. Y no me estoy refiriendo al gusto por la literatura erótica o las palabras fuertes, sino al mero placer que el uso del lenguaje nos proporciona en sí mismo. ¿Acaso no leemos a veces escritos que nos hacen exclamar "¡yo querría haber escrito eso!"? Ese placer no es comparable a ninguno; es, sencillamente, diferente.
Por encima de nuestras naciones de nacimiento geográfico, de nuestras lenguas habituales, de los lugares donde habitamos físicamente, todos los verbófagos pertenecemos a una misma especie y nación.
dissabte, d’abril 18, 2009
dilluns, d’abril 13, 2009
La Lolita que no va ser Lolita
Mai l'I. no em va dir aleshores pel nom com ho feia Humbert Humbert. Esclar que jo tampoc no em dic Lo-Li-ta. I ell mai no va tenir cap interès a convertir-me en literatura, però em va donar la possibilitat de fer-ne, al cap dels anys. Llàstima que no ho vaig saber veure, llàstima que no ho vaig saber aprofitar. Llàstima que ara és massa tard per tot. El que és interessant és l'evolució de la meva relació amb en I. al llarg del temps. Ara, potser perquè s'ha fet gran, ja no és tan brutal i en canvi sovint és inesperadament carinyós, tendre, com no ho havia estat mai abans, quan utilitzava el meu cos i no volia la meva ment perquè sabia que jo ja tenia la seva, que ell em pertanyia encara que semblés el contrari. Però en realitat de qui jo volia parlar aquí avui és de R., però ho he de deixar per una altra estona perquè ja s'ha fet tard.
En referència a Le Chevalier de la Charrette...
Abans de saber ni que existia l'esforçat Cavaller de la Carreta, molt abans del big bang que va crear el món, jo ja havia escrit això:
"Mi ideal del guerrero es el que afronta las cosas cuando vienen, y lucha si hay que hacerlo, pero no inútilmente. Mi ideal de guerrero jamás se ve turbado por dolores físicos ni por los tormentos del alma. Seguramente, en el fondo, mi ideal de guerrero no alberga en su seno ningún sentimiento, ni siquiera odio, a excepción del sentimiento tenaz de apego a la vida."
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