diumenge, de gener 08, 2006

Arthur Rimbaud

Un día tengo que hablar de Arthur Rimbaud, el genio adolescente que encandiló a Verlaine, quien le amó y le odió por ser consciente de que nunca iba a ser como él, porque de hecho nunca lo había sido. Verlaine, que descuidó a su triste esposa e ignoró a su hijo, bebió los vientos por un poeta niño y visionario que repentina y radicalmente dejó de escribir y a su amada y necesaria poesía a la edad de veintiún años para hacerse aventurero, cazador de fortunas y convertirse en una persona completamente diferente, sin echar de menos la poesía, ni el amor, ni la vida que había dejado. Esto, que sorprende, a la vez no resulta incoherente con su carácter impulsivo, deseoso de cambios constantes, indiferente de sí mismo como cuando recorría las calles harapiento, lejos de su hogar, como cuando se prostituía para vivir y se drogaba para prostituirse y escribir.

Conocer a Verlaine y hacer que éste le amase insensatamente le ahorró la calle, los harapos, la prostitución. Preparó el camino para que, un buen día, se subiese a un barco rumbo a África con la intención de no regresar. Y no volvió a variar su trayectoria, de modo que persistió en ese modo de vida hasta que la enfermedad incurable en una pierna (dicen que a consecuencia de una sífilis mal tratada) acabó con su vida. Y seguro que entonces una breve nostalgia por su hogar, su niñez, su altillo de la cuadra donde se refugiaba a escribir e incluso por sus hermanas y madre, le enterneció.

Lástima que sus hermanas, sus herederas, quemaron muchísimo de lo que él había escrito, y quisieron acaparar para sí el resto que se había salvado en cuanto vieron dinero en el horizonte. Lástima. Sin duda Rimbaud también sabía esto, del mismo modo que sabía tantísimas cosas cuando era tan joven y no debería haber sabido ninguna de las cosas que supo.

Vaya, al final sí he acabado hablando hoy de Rimbaud. Queda, pues, para otro día, añadir alguna de sus interesantes poesías, que siempre me emocionan porque siempre me hacen pensar en su juventud, su indiferencia hacia sí mismo y sus excesos.

Poderoso caballero es Don Dinero

PODEROSO CABALLERO ES DON DINERO

Madre, yo al oro me humillo,
Él es mi amante y mi amado,
Pues de puro enamorado
Anda continuo amarillo.
Que pues doblón o sencillo
Hace todo cuanto quiero,
Poderoso caballero Es don Dinero.

Nace en las Indias honrado,
Donde el mundo le acompaña;
Viene a morir en España,
Y es en Génova enterrado.
Y pues quien le trae al lado
Es hermoso, aunque sea fiero,
Poderoso caballero Es don Dinero.

Son sus padres principales,
Y es de nobles descendiente,
Porque en las venas de Oriente
Todas las sangres son Reales.
Y pues es quien hace iguales
Al rico y al pordiosero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.

¿A quién no le maravilla
Ver en su gloria, sin tasa,
Que es lo más ruin de su casa
Doña Blanca de Castilla?
Mas pues que su fuerza humilla
Al cobarde y al guerrero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.

Es tanta su majestad,
Aunque son sus duelos hartos,
Que aun con estar hecho cuartos
No pierde su calidad.
Pero pues da autoridad
Al gañán y al jornalero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.

Más valen en cualquier tierra
(Mirad si es harto sagaz)
Sus escudos en la paz
Que rodelas en la guerra.
Pues al natural destierra
Y hace propio al forastero,
Poderoso caballero Es don Dinero.

Francisco de Quevedo y Villegas

(podéis encontrar más poesía de Quevedo, y de otros, en http://luis.salas.net

diumenge, de gener 01, 2006

Escribir Harry Potter y olvidarse de las penurias

Si yo hubiera escrito Harry Potter, ya no me preocuparía la falta de tiempo para vivir, ni mucho menos la falta de dinero para poder vivir. No me preocuparía el vivir de alquiler eternamente porque tener una casa de propiedad ya no sería importante ni económicamente necesario. Si yo hubiera escrito Harry Potter me llamaría J.K. Rowling y sería de nacionalidad inglesa. Pero como no soy inglesa, ni soy la Mrs. Rowling, ni he escrito Harry Potter, hago lo que puedo para llegar a fin de mes sin tener que dejar de comer e intento ahorrar lo que puedo, que, creedme, es muy muy poco. Así no es extraño que espere las llegadas de las pagas extras de Navidad y de Verano para poder ahorrar algo de dinero para un futuro no muy lejano en que me suban el alquiler y haya de pagar la nueva fianza, el nuevo aval, los nuevos gastos de gestión de la agencia inmobiliaria... etc.
Deprimente, si no fuera porque aparte de eso, la verdad es que me siento maravillosamente bien viviendo en esta casa vieja que se empieza a agrietar cada día más con cada portazo de los vecinos en la puerta de la calle (vivo justo encima). Me siento bien viviendo en esta casa en la cual es imposible el ahorro energético, ya que la cocina americana obliga a tener las paredes del comedor agujereadas para los hipotéticos escapes de gas, y eso obliga a pasar un frío de mil demonios en invierno. Es imposible alcanzar y mantener una buena temperatura, por mucha calefacción encendida todo el día que se tenga. Y encima ahora me penalizarán el consumo eléctrico excesivo con las nuevas disposiciones y tarifas energéticas.
Y pese a eso y a todo, me siento bien y sin rencor hacia mi arrendador, que traspapeló la factura de reparación del cuadro eléctrico estropeado de la escalera de la que tuve que hacerme cargo un sábado por la tarde ante un electricista de urgencia, y por supuesto nunca llegó a abonarme los 50 euros.
Y, ¿por qué tanto bienestar? Porque aquí vivo tranquila, con bastante silencio, con noches muy muy acogedoras en mi habitación, sola y a mis anchas, sin excesivas molestias vecinales (excepto los odiosos portazos y las costumbres extrañas de mis vecinos del piso superior), sin demasiadas obligaciones sobre todo económicas, y sin demasiadas complicaciones, sin reuniones de vecinos, sin demasiados vecinos, reina y señora de mi guarida.
Sin embargo, hay que pasar muchas horas de la vida trabajando, y son horas en que no disfruto de mi piso, de mi ocio, de mi tranquilidad. Así que no habiendo escrito Harry Potter y negándome a escribir un burdo plagio (como una joven autora que vi en tv hace algunos meses), me temo que mi única esperanza para poder tener una vida plena es jugar a la primitiva y a todo lo que se tercie y confiar en que toque. Claro que eso... me impedirá ahorrar lo único que puedo ahorrar, esas pequeñas cantidades tristes y penosas pero dinerarias, al fin y al cabo.
En fin... que en este país es difícil la vida. Primero de enero y ya ha subido todo, y casi todo más que el IPC. Sin embargo, con suerte, mi salario subirá como máximo el IPC (si llega). ¿De dónde he de sacar la diferencia necesaria para sufragar los gastos? Pues... del ahorro o de la comida, a elegir. Y si elijo comer, pues bueno. Eso que me llevo por delante. Qué vergüenza.
Pero hay que ilusionarse, y ahora mi pensamiento está puesto en el próximo inicio de mi primer semestre en Filología. No veo la hora de recibir ya los materiales y empezar.