Si yo hubiera escrito Harry Potter, ya no me preocuparía la falta de tiempo para vivir, ni mucho menos la falta de dinero para poder vivir. No me preocuparía el vivir de alquiler eternamente porque tener una casa de propiedad ya no sería importante ni económicamente necesario. Si yo hubiera escrito Harry Potter me llamaría J.K. Rowling y sería de nacionalidad inglesa. Pero como no soy inglesa, ni soy la Mrs. Rowling, ni he escrito Harry Potter, hago lo que puedo para llegar a fin de mes sin tener que dejar de comer e intento ahorrar lo que puedo, que, creedme, es muy muy poco. Así no es extraño que espere las llegadas de las pagas extras de Navidad y de Verano para poder ahorrar algo de dinero para un futuro no muy lejano en que me suban el alquiler y haya de pagar la nueva fianza, el nuevo aval, los nuevos gastos de gestión de la agencia inmobiliaria... etc.
Deprimente, si no fuera porque aparte de eso, la verdad es que me siento maravillosamente bien viviendo en esta casa vieja que se empieza a agrietar cada día más con cada portazo de los vecinos en la puerta de la calle (vivo justo encima). Me siento bien viviendo en esta casa en la cual es imposible el ahorro energético, ya que la cocina americana obliga a tener las paredes del comedor agujereadas para los hipotéticos escapes de gas, y eso obliga a pasar un frío de mil demonios en invierno. Es imposible alcanzar y mantener una buena temperatura, por mucha calefacción encendida todo el día que se tenga. Y encima ahora me penalizarán el consumo eléctrico excesivo con las nuevas disposiciones y tarifas energéticas.
Y pese a eso y a todo, me siento bien y sin rencor hacia mi arrendador, que traspapeló la factura de reparación del cuadro eléctrico estropeado de la escalera de la que tuve que hacerme cargo un sábado por la tarde ante un electricista de urgencia, y por supuesto nunca llegó a abonarme los 50 euros.
Y, ¿por qué tanto bienestar? Porque aquí vivo tranquila, con bastante silencio, con noches muy muy acogedoras en mi habitación, sola y a mis anchas, sin excesivas molestias vecinales (excepto los odiosos portazos y las costumbres extrañas de mis vecinos del piso superior), sin demasiadas obligaciones sobre todo económicas, y sin demasiadas complicaciones, sin reuniones de vecinos, sin demasiados vecinos, reina y señora de mi guarida.
Sin embargo, hay que pasar muchas horas de la vida trabajando, y son horas en que no disfruto de mi piso, de mi ocio, de mi tranquilidad. Así que no habiendo escrito Harry Potter y negándome a escribir un burdo plagio (como una joven autora que vi en tv hace algunos meses), me temo que mi única esperanza para poder tener una vida plena es jugar a la primitiva y a todo lo que se tercie y confiar en que toque. Claro que eso... me impedirá ahorrar lo único que puedo ahorrar, esas pequeñas cantidades tristes y penosas pero dinerarias, al fin y al cabo.
En fin... que en este país es difícil la vida. Primero de enero y ya ha subido todo, y casi todo más que el IPC. Sin embargo, con suerte, mi salario subirá como máximo el IPC (si llega). ¿De dónde he de sacar la diferencia necesaria para sufragar los gastos? Pues... del ahorro o de la comida, a elegir. Y si elijo comer, pues bueno. Eso que me llevo por delante. Qué vergüenza.
Pero hay que ilusionarse, y ahora mi pensamiento está puesto en el próximo inicio de mi primer semestre en Filología. No veo la hora de recibir ya los materiales y empezar.
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