dimarts, de novembre 01, 2005

Bibliotecas

Hace mucho que estoy desconectada de las bibliotecas públicas. Hace años acudía asiduamente a ver las novedades, a tomar libros en préstamo, a curiosear entre los estantes... Pero la vida laboral te acaba absorbiendo de forma implacable y ya no te tienes el mismo tiempo ni las mismas ganas para hacer determinadas cosas. Ayer, que fui a solicitar un certificado de empadronamiento a mi Ayuntamiento, se me ocurrió que al volver a casa me pasaría por la biblioteca para que me confirmasen que mi carnet de usuaria continuaba vigente y para gran alegría mía, el resultado fue que sí, que a pesar de haber transcurrido seis o siete años, podía continuar utilizando el mismo carnet. Volví a casa contenta por no tener que renovarlo, ya que según mis recuerdos de la última renovación (por aquel entonces mi carnet había sido renovado recientemente pero la informatización definitiva de mi biblioteca obligó a un nuevo cambio en el tipo de carnet), había que perder un par de días y también había que llevar fotocopia del DNI y unas fotografías, una de las cuales la adherían al carnet.

Por la noche estuve buscando informaciones diversas en Internet y se me ocurrió entrar en la página de la Diputación de Barcelona (www.diba.es) para acceder a la información que hubiese sobre las bibliotecas, fuera cual fuese. Para mi sorpresa, todo está muy modernizado: se puede consultar el catálogo de cualquier biblioteca e incluso reservar o prorrogar la reserva de libros con sólo un clic. Y lo mejor de todo es que incluso se puede solicitar el carnet de usuario desde Internet, con sólo un clic, en un momento, sin viajes en persona y sin necesidad de llevar fotos ni fotocopias de DNI. Se hace la solicitud, se envía y únicamente hay que presentarse a recoger el carnet en la biblioteca elegida. Todo rápido y sencillo, como debería ser todo gracias a la informática y las posibilidades de Internet. No como algunos trámites burocráticos (Vg. la compulsa de títulos universitarios, que se debe realizar en la universidad de origen o con suerte en algún otro organismo, como si un papel con un sello probara que es cierto que te has licenciado de forma fehaciente, mientras que una consulta interuniversidades con protocolo de seguridad telemática podría mostrar tu expediente académico como licenciada de forma incontestable a cualquier organismo autorizado)

En definitiva, que al menos todo son facilidades para el uso y disfrute de las bibliotecas públicas, donde también se proponen actividades culturales diversas (a las que yo no acudo por una combinación de misantropía y falta de tiempo). Y como ya estoy matriculada en Filología catalana, ahora ya tengo la tranquilidad de poder coger prestados los libros que necesite, si he de leer libros que probablemente no tendré en casa porque siempre me ha tirado más la literatura francesa y sajona y además no contemporánea.

Las bibliotecas actualmente no son un mero almacén de libros que se pueden tomar prestados, sino entidades de gestión del conocimiento a varios niveles. Según descubrí también ayer, algunas de ellas ofrecen formación para facilitar la alfabetización informática o el uso de Internet. Tienen también ordenadores de uso público para que todo el mundo, aunque no pueda permitirse adquirir un equipo informático, pueda acceder a la informática y a Internet. Y es la evolución natural de una biblioteca, porque el viejo modelo no es viable ya, por romántico o entrañable que sea. Pertenece a otro tiempo, a otro tipo de sociedad, a otro modelo de vida. Las bibliotecas, pues, se han sabido adaptar a los tiempos sin perder la esencia que las caracteriza y sin dejar de ejercer las funciones para las que existen, y eso me parece admirable. Las antiguas bibliotecas han muerto pero bravo por las nuevas. Creo que a partir de ahora intentaré frecuentar la mía.

Sin embargo, temo (y parece que eso es a lo que apunta lo que he visto) que se acabe concediendo cada vez menos importancia a los libros, a tener estanterías llenas de libros, y que te acaben remitiendo a consultar y tomar prestados los documentos digitalmente. Y eso... eso sí que para mí lo matará todo, porque leer un libro a través de una pantalla no es en absoluto lo mismo que un ejemplar de papel. Dejando de lado las nostalgias sobre el libro de papel, es que resulta que un libro de papel sigue siendo el medio más práctico, cómodo y sencillo para consultar datos o para leer. Leer digitalmente requiere una parafernalia que consume tiempo y además es distractora: enciende el chisme, espera que se cargue el documento, léelo en la pantalla sin que sufra tu vista, busca palabras o temas o capítulos a través de un comando en vez de simplemente hojear el libro en un momento... En fin, que se pongan como se pongan el formato digital a mí me resulta más lento, más pesado y más incómodo (y además gasta electricidad, con lo cual no es ni barato ni sosteniblemente ecológico). Para bien de la civilización, espero que las bibliotecas sepan encontrar y mantener un buen equilibrio entre el modelo clásico y lo que ofrecen las nuevas tecnologías.

De momento, si se mantiene como lo vi ayer, está muy bien.