Aprender idiomas gratifica y frustra a la vez. Cuanto más se aprende, más se da uno cuenta de lo poco que sabe en realidad y de cuánto le queda aún por aprender. Y lo peor de todo es esa constatación terrible de que no se aprende un idioma hasta que no se ha vivido en él. La inmersión lingüística es realmente lo único que funciona, lo único que obliga a nuestro cerebro a asimilar y aprender de la mejor forma. No es lo mismo un curso de 3 meses en una Academia de idiomas que 3 meses viviendo en otro país, viviendo en otra lengua las 24 horas del día: en el trabajo, en las compras, en la tv, en las gestiones, en el vecindario...
Y de nada vale dominar la gramática y la sintaxis, porque al final lo único que realmente cuenta es el dominio práctico de la lengua, la efectividad comunicativa.
Y de nada vale dominar la gramática y la sintaxis, porque al final lo único que realmente cuenta es el dominio práctico de la lengua, la efectividad comunicativa.
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