El verdadero problema, señores míos, es no poder disponer de mi tiempo como mejor me plazca, no poder estudiar cuando me apetecería estudiar, no poder sentarme en cualquier momento pluma en mano a escribir aquí (en mi cuaderno, no en mi ordenador), no poder hacer nada en definitiva fuera de las horas que hay que dedicar al trabajo, a ganarse la vida, a ese trabajo que no sólo te abosorbe horas, sino que te absorbe las mejores horas, que podrías provechosamente emplear en otras actividades, porque las horas fuera del horario laboral serán horas, y serán libres, pero no provechosas; horas en que estás cansado, en el que el cerebro no te rinde lo suficiente, horas en que no puedes realizar gestiones porque las oficinas donde acudir a realizarlas ya están cerradas, y te queda tan sólo el recurso a Internet para obtener informaciones necesarias fuera de horas de oficina, y poder realizar algunos trámites a distancia, si es posible.
Y llegas a casa y te conectas a Internet e intentas aprovechar el tiempo, para, al menos, ponerte al día con las cuentas, reservar una habitación de hotel, buscar información para ampliar tus conocimientos de idiomas, o de lo que sea, y ya no te queda tiempo luego para gran cosa: cenas, lavas los platos (con suerte), te vas a la cama y ni siquiera ves ya la TV tanto como antes y te despiertas cansado por la mañana preguntándote quién se ha llevado tu tiempo, y con él tu vida.
Y con esa ansia por no seguir dejando que te roben lo único que nadie puede restituirte, tu tiempo, te matriculas en cursos de idiomas, o en algún postgrado para completar tu formación, o incluso te lanzas a estudiar una segunda carrera universitaria, esta vez porque sí, porque te apetece, porque ahora es el momento y te ilusiona y sobre todo porque se lo debes a tu madre, la pobre, que siempre pensó que habías equivocado tu elección de carrera, y que aunque ya no pueda sentirse orgullosa de ver que acabas haciendo lo que ella siempre te había dicho, porque murió, la pobre, se lo debes igualmente y piensas que se sentiría orgullosa, y satisfecha, y sonreiría plácidamente, y a ti se te humedecen los ojos y ni siquiera te has matriculado todavía pero sabes que esta vez es improbable un cambio de opinión, que las circunstancias son todo lo favorables que puedan serlo, dada tu situación personal y económica, y aunque por hacer sólo dos asignaturas (las que tu tiempo y economía te permiten este semestre) te vayas a dejar una pasta, tienes muy claro que, aunque sea pagando a crédito, te matricularás de una vez por todas (en una universidad a distancia).
Y con esta decisión eres plenamente consciente de que tu tiempo se va a ver disminuido igualmente y que eso de "aprovecharlo" son tonterías, que lo único que harás será seguir yendo cansado, con pocas horas de sueño, derrotado y preguntándote quién es el maldito ladrón de tu tiempo.